"Les dejo como y quienes fueron fundamentales para que la
Facultad de Ingeniería de la UNNE tuviera esta gran opción"
Profesor Héctor Ariel Di Rado
Los “escaladores” del Norte.
No, no se trata del relato de aventuras en los Alpes Suizos
o en la cordillera de los Andes Jujeña. No, ni siquiera es la historia de
montañistas en el sentido clásico, aunque tras leer estas líneas, el título no
será tan desconcertante
La que sigue es una historia no tan larga ni tan corta, sin
grandes héroes, sin sacrificados mártires. Ni tampoco temibles villanos. Es una
historia común, protagonizada por gente común, gente con sueños. Reza el saber
popular que “todo gran logro, comienza con un sueño..” es bueno que hablemos de
uno de esos “simples sueños”.
Empezó en una tórrida tarde de primavera chaqueña allá por
fines de los ‘80, a la sombra de un agradable árbol en uno de los patios
internos de la facultad de ingeniería, el diálogo siguiente iba tomando forma
según avanzaban las sombras:
- “Miguel, me preocupa bastante lo que pasa con los
muchachos después de que retiran el título de Ingeniero. Es como si se
produjera un quiebre y el sistema universitario los expulsara.. No le ofrecemos
absolutamente nada más…”.
En un castellano un poco (bastante poco) maltratado por sus
muchos años de radicación en Porto Alegre, Brasil, y en uno de sus tantas
visitas a nuestra ciudad, Miguel respondía:
-“Mira Mario (en verdad usó la palabra Olhe..), desde Buenos
Aires siempre operó un grupo de iluminados que pensó que no valía la pena
formarse mas allá de la graduación. Eso lo padecí yo al recibirme y no ha
cambiado demasiado. En el Brasil se tiene otra mentalidad. Hace años que se forma
gente en la “Pos” y vemos mejorar el nivel de todos..”
-“A lo mejor podemos empezar algo acá, aunque adaptado a lo
doméstico, tratando de mostrar un poco algo de lo que vos has desarrollado
allá, en Porto Alegre”, proponía Mario. Churchill pensaba que el precio de la
grandeza era la responsabilidad y ese
profundo sentido de responsabilidad que siempre detentó Mario le indicaba que
lo que se hiciera, si estaba llamado a perdurar, era preferible que fuera
medido, sin estridencia pero con el menor margen de error. Pero que se hiciera
al fin de cuentas.
- “Che, pero, ¿será que conseguirás el apoyo institucional
que se necesita? Mira que no podemos “pegar panzazos”(otra frase devenida del
portuñol) porque a los pocos interesados los perdemos y no los recuperas más.”
- “Por eso, Miguel, podríamos pensar en un curso corto de
estructuras, una especialidad con
algunas materias avanzadas. Podríamos incluso contactar a profesores de
Rosario, del IMAE que ayuden. Ahí tengo amigos de años. De cuando estudiaba.”
Mario tenía claro aquel pensamiento del gran Séneca que
decía que, así como el suelo más fértil no daría frutos sino se cultivaba, una
mente igualmente fértil también lo necesitaría. Claro que Miguel compartía esa
visión, y quizás por ello, lentamente, aquella charla le fue dando forma al
primer bosquejo de curso de posgraduación de la Facultad de Ingeniería. Se
trataría de una especialidad en estructuras, iniciada en 1990 y finalizada en
1992. Alrededor de una decena de jóvenes voluntades, acompañada por docentes de
la misma Facultad, de la Universidad de Rosario y de la UFRGS (Brasil).
Además sería también uno de los primeros de la UNNE, en un
país que no se decidía a instalar en forma terminante la importancia de
establecer normativas que facilitaran el desarrollo de la formación de posgrado
en general y no solo en química, física, etc., en definitiva, las áreas
clásicas. Las ciencias aplicadas, como las ingenierías, necesitaban un impulso
formal para tender puentes hacia las mencionadas ciencias básicas y consolidar
la investigación aplicada.
Tal como Miguel explicaba, esta situación había sido
revisada en el Brasil (centrándonos en Sudamérica, por supuesto) y se contaba
ya para la época con más de 30 años de experiencia, repartida entre cursos de
Maestría y Doctorado desarrollados en universidades estatales, destacándose las
de Río de Janeiro, San Pablo y Porto Alegre.
Pero aquella primera experiencia local, aunque exitosa, no
terminaba de conformar a ninguno de los dos inquietos personajes. La
especialidad en estructuras había dejado formación pero sin caudal humano
dedicado a investigación. Y esa era una de las mayores falencias que Mario
había detectado en su larga experiencia docente y profesional en el medio. Y
las cosas no iban a quedar así.
Nuevos diálogos se suscitaron en los años posteriores y así una mutación de la probada especialidad,
dio origen al primer curso de maestría organizada en la Facultad (1994),
llamado Magíster en Mecánica aplicada al Análisis y al Proyecto de Ingeniería.
El largísimo nombre fue propuesto por Miguel, y desnudaba algunos de los
temores de ambos aquel entonces, ¿Tendría aceptación un curso que ahora se
proponía abrir la puerta de la investigación en ingeniería civil? La actividad
apenas tenía antecedentes aislados y de pocos años en Tucumán, Córdoba y
Rosario (puedo estar omitiendo alguna otra ciudad, disculpas por ello). ¿Cómo
sería recibida aquí?
Bueno, la historia volvió a tener un final feliz, la decena
de “valientes” fue nuevamente embarcada, más docentes de otras universidades se
incorporaron y para 1997 una gran mayoría había logrado llegar al final, ahora
con la inclusión de una tesis que implicaba por primera vez el desarrollo de
investigación autóctona en forma masiva (hasta ese momento, la investigación en
ingeniería era esporádica y solo a través de unos pocos interesados sin
formación de posgrado). Si, para la época tener en la facultad de ingeniería
siete ingenieros hurgando en las oscuridades de la ciencia con muy poco o casi
nada de equipamiento, era un hito.
Al mismo tiempo, la UNNE se preparaba para los nuevos
vientos y veían la luz los primeros
movimientos institucionales tendientes a
desarrollar la posgraduación en general. También se creaba en el marco de la
ley superior de educación (24251), la CONEAU, organismo descentralizado que a
partir de 1996 comenzaría a determinar los estándares que debían respetarse en
los cursos de posgrado de cualquier especialidad. Elegantemente, se comenzaría
a evaluar y publicar en que lugar, en cuanto a calidad, estaban parados los
diferentes cursos de especialización, maestría y doctorados que se dictaban en
el país.
-“Mario, tenemos que reeditar el curso. Si no lo hacemos,
todo el sacrificio habrá sido en vano. Las líneas de investigación que se
abrieron necesitan más gente o se quedan en el camino.…”
-“De acuerdo, pero ahora la reglamentación obliga a someter
el curso a evaluación periódica. Si lo que hicimos estuvo bien, no deberíamos
tener problemas”.
Estas palabras de Mario eran más un mutua arenga que firme
convicción. Los estándares no eran fáciles de alcanzar. La facultad no tenía
investigadores de carrera y nadie iba a regalar nada. Sobre todo cuando la
decisión de lo que estaba “bien o mal” pasaba por el poder de las provincias
centrales, aquellas que suelen ver con desdén lo que son capaces de hacer los
“otros”, los de la “otra” Argentina, la pobre.
La historia contaría que la reedición del Magister, ahora
Carrera de Maestría en Ciencias de la Ingeniería tras un re-bautismo más
adecuado a la usanza internacional, sería una de las primeras en obtener la
acreditación de CONEAU en la UNNE (1999), y permitiría que en esta y en sus
ediciones posteriores, once profesionales más obtuvieran la titulación de
posgrado y asimismo fondos para desarrollar investigación.
Y como lo bueno lleva a algo mejor, paralelamente y como resultado del éxito obtenido en el
ámbito de la posgraduación, en el año 2000 la Facultad de Ingeniería iniciaría,
en la práctica, la Carrera de Doctorado de la UNNE (área Ingeniería), último
peldaño posible en la formación académica en cualquier institución educativa,
en cualquier lugar del mundo. Una verdadera utopía si nos remontamos a aquellas
vacilaciones con que se inicio esta historia….
Pero en el imaginario de Mario y Miguel, nunca alcanzó con
hacer, eso era solo el principio, se debía hacer bien. Decía G. Hegel, uno de
los padres de la filosofía occidental,
que nada grande se conseguiría sin una dosis de pasión. Muchas cosas le
han faltado seguramente a nuestros protagonistas, pero seguro que no faltó
pasión. Por eso, seguramente lo hecho, debía estar bien.
En mayo de 2011, se comunica a la Facultad de Ingeniería que
sus dos carreras, la maestría y el doctorado, recibían un nuevo reconocimiento
nacional a través de una nueva acreditación de CONEAU, confirmando que la
impronta original, aquella basada en responsabilidad y trabajo, había sido
heredada por la nueva conducción de la Facultad.
A través de 20 años, se contaba con dieciocho tesis de
maestría, una de doctorado, once proyectos de investigación vigentes (otros
tantos culminados), dieciocho actividades de transferencia, la participación de
alrededor de 20 docentes investigadores provenientes de todo el país y del
Brasil, programas de cooperación con este gigante del sur en actividades
relacionadas con la investigación, mas de doscientos trabajos de investigación
algunos de ellos de relevancia internacional y publicados en medios de primer
nivel del mundo y muchísimo más. Aquel temor de haber comenzado y no saber si
se podría seguir parece quedar cada día mas lejano, pudiendo alcanzarse en
algunas áreas lo que se denomina “masa crítica” (quizás con alguna
reminiscencia de física nuclear..) que significa que la demanda de recursos
humanos y la producción académica, forman un círculo virtuoso de mutua
retroalimentación.
Ah, casi me
olvido. Miguel, es el Dr. Ing. Armando Miguel Awruch, recibido en nuestra
facultad e investigador categoría A1 de la UFRGS (la máxima en Brasil).Director
de nuestras carreras de posgrado y de innumerables tesis doctorales. Su aporte
desde el conocimiento de la posgraduación y desde su experiencia de reconocido
investigador, fue y es fundamental para el desarrollo técnico y académico de
las Carreras.
Y Mario, es el Ing. Mario Pedro Favretto, docente de nuestra
Facultad y sin formación alguna de posgrado. Es que una de las herramientas más
poderosa con que cuenta el ser humano es justamente su sentido común (sarcasmo
aparte del poeta español H. Greele quién decía que se trata muchas veces del
“sentido menos común”). Este, sumado a la valentía de construir sobre terreno
desconocido, a la enorme generosidad de avanzar con mucho mas para perder que
para ganar, terminan siendo los factores que provocan los cambios. Su aporte
fue invaluable, porque fue la amalgama que reunió lo académico, lo diligencial
y lo económico.
Mario no pudo ver concretada la nueva acreditación por la
que trabajó a destajo. Por desgracia nos dejo en Agosto de 2010, pero su legado
seguirá vivo cada vez que alguno de nosotros se apreste a mostrar a la sociedad
que no solamente desde EE.UU., Europa o la “Argentina rica” se puede hacer
rodar el engranaje de la ciencia. Desde aquí también podemos subir la
“montaña”.
Leonardo Da Vinci decía que la perseverancia haría sabios de
necios y fuertes a los débiles. Quienes conducen la Facultad de Ingeniería, los
directamente relacionados con la posgraduación, investigadores, docentes y
muchos alumnos, tenemos perfectamente claro el pensamiento del prolífico
florentino. Es un mandato implícito. Continuar si queremos seguir recogiendo
los frutos de aquella tórrida primavera.
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