LAS INUNDACIONES, ¿SON O NO PREVISIBLES?
Al producirse una lluvia, una parte del agua precipitada
quedará retenida en el la vegetación o en depresiones impermeables del terreno,
otra parte infiltrará o se evaporará y lo que resta escurrirá. Entonces, el
caudal del curso fluvial que drena esa área se incrementará, lo que se
reflejará en un aumento del nivel de sus aguas; es lo que se denomina una
“creciente”. En caso que el curso desborde, estaremos ante una “inundación”.
Cuando las consecuencias de la inundación son desastrosas es
común que se la caracterice como imprevisible. Pero, ¿son realmente
imprevisibles las inundaciones?
El sofisma de la
imprevisibilidad
Las terribles inundaciones que se produjeron hace apenas
pocas semanas atrás en las ciudades de Buenos Aires y La Plata nos dejaron
consternados. Esas situaciones catastróficas deberían llamarnos a una reflexión
muy profunda.
En este sentido, la pregunta que muchos se hacen es la
siguiente: ¿es posible prever una inundación de magnitud dado el estado actual
de la ciencia? Es una pregunta muy pertinente.
Toda inundación está caracterizada por varios aspectos.
Además de su intensidad y su duración, existen otros muy importantes, como el
“dónde”, el “cómo” y el “cuándo”.
Respecto al “dónde”, este tipo de lluvias se da, sin
preferencias, en cualquier lugar de la porción argentina de la Cuenca del Plata
y en cualquier época del año, porque en esta región la actividad convectiva (un
tipo de actividad atmosférica) es importante. Por ello, es necesario mapear las
zonas inundables, algo que ya está hecho en el Área Metropolitana del Gran
Resistencia.
Respecto al “cómo”, la Hidrología y la Geomorfología aportan
indicios. Por ejemplo, cuencas pequeñas tendrán respuestas más rápidas que
otras mayores, en las que los procesos hidrológicos son más complejos, lo que
se traduce en escurrimientos más demorados.
El aspecto menos previsible es el “cuándo”. Lo que es
imposible de prever es el momento exacto de ocurrencia de una lluvia intensa.
Sin embargo, una vez ocurrida una precipitación importante en una cuenca, como se
conoce el “dónde” y es posible conocer el “cómo”, sería posible tomar ciertos
recaudos para minimizar los efectos más negativos de la inundación provocada
por esa precipitación.
Ante el hecho consumado de una inundación catastrófica,
algunos tratarán de derivar el debate hacia el período de retorno asociado a la
misma, una maniobra que quita la atención del foco principal del asunto.
Analicemos un poco más en profundidad esto.
Se denomina período (o tiempo) de retorno de un evento
(caudal, precipitación, etc.) al número de años que en promedio deben
transcurrir para que el mismo sea igualado o superado. Estadísticamente, es la
inversa de la probabilidad (a mayor período de retorno, menor probabilidad de
ocurrencia y viceversa). Entonces, cuanto más seria sea una inundación, mayor
será su período de retorno o, equivalentemente, menor su probabilidad de
ocurrir.
Cuando luego de producida una catástrofe hídrica se utiliza
el argumento de que la lluvia fue imprevisible, esto es una verdad respecto a
la lluvia, pero es una falsedad respecto a la inundación. Afirmar que la
inundación fue imprevisible es un sofisma (según un diccionario que tengo a
mano en este momento, sofisma es un “falso razonamiento para inducir a error”).
A los ciudadanos comunes no nos interesa conocer la
probabilidad exacta de una inundación, sino la posibilidad de su ocurrencia.
En síntesis, sea cual fuere el período de retorno de una
inundación, siempre existirá algún grado de previsibilidad que permita tomar
medidas de prevención.
El impacto de la
urbanización
El aumento de las áreas urbanas y de la densidad poblacional
de las ciudades es un fenómeno que viene ganando cada día más fuerza. En la
Argentina, ese aumento se da a una tasa anual del orden del 2%, valor que
refleja lo que ocurre en el área metropolitana del Gran Resistencia.
La consecuencia inmediata de este proceso, desde el punto de
vista hidrológico, es el aumento de las superficies impermeables (techos,
calles pavimentadas, veredas, patios embaldosados, etc.), lo que se traduce en
dos efectos inmediatos: aumento de la cantidad de agua que escurre luego de una
lluvia y anticipación e incremento del “pico” de este escurrimiento.
Entonces, toda acción de urbanización que implique un
aumento de la impermeabilidad producirá un incremento del volumen y del caudal
de escurrimiento y, por lo tanto, impactará sobre la eficacia y eficiencia de
la red de drenaje pluvial.
La solución tradicional consiste en proyectar y ejecutar más obras, las que en la
jerga hidrológica se denominan “medidas estructurales”. Sin embargo, sin ningún
tipo de control, es muy probable que la impermeabilización crezca rápidamente,
por lo que las obras podrían quedar insuficientes tempranamente. Ese tipo de
controles, que apuntan a amenizar la convivencia con un problema de difícil
solución (más que a resolver el problema), se denominan “medidas no
estructurales”.
Las medidas no estructurales son, en general, normas de
convivencia, generalmente orientadas a regular el uso del suelo, más sistemas
de alerta temprana (a veces, planes de evacuación para casos extremos) y todo
tipo de acción que no implique una obra propiamente dicha.
¿Estamos preparados
para una gran inundación?
El sistema de defensas contra inundaciones del Área
Metropolitana del Gran Resistencia fue concebido para soportar crecidas del río
Paraná (que se pueden prever con muchos días de anticipación) y también las del
río Negro, las que, en caso de ser potencialmente peligrosas, pueden ser
derivadas hacia el cauce del río Salado (el chaqueño), a través de la obra de
control de Laguna Blanca.
Respecto a las inundaciones que podrían producirse en Resistencia
como consecuencia de que una lluvia intensa se abata sobre ella, la ciudad
cuenta con una Ordenanza, la 5403, que en su Anexo 3 regula la urbanización con
el criterio de “impacto hidrológico cero”, mediante el control de la
impermeabilización. (Ese Anexo 3 se originó en una propuesta de investigadores
del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de la UNNE.)
En cuestiones referidas al control de la impermeabilización
(una típica medida no estructural), nuestra ciudad es pionera en toda
Latinoamérica. Esa Ordenanza se articula muy bien con otro instrumento normativo,
la Resolución 1111 de la Administración Provincial del Agua, que establece restricciones
al uso del suelo en función del riesgo de inundación (otra medida no
estructural).
El sistema de defensas contra inundaciones de nuestra ciudad
comenzó a delinearse luego de aquella creciente histórica del río Paraná de
1982 y 1983, la más importante del siglo 20 y que duró 11 meses. Desde
entonces, todos los gobiernos que se sucedieron, tanto a nivel provincial como
municipal, hicieron su aporte y, más allá de su color político, es evidente que
tomaron el tema de las defensas como una política de estado.
Ese sistema de defensas (terraplenes, más los sistemas de
bombeo, más el manual de operaciones, más el sistema de alerta temprano), que
se encuentra operativo, ofrece un adecuado grado de protección al Área
Metropolitana del Gran Resistencia para que, en caso de una creciente de
magnitud superlativa se puedan tomar decisiones oportunas, sin apresuramientos
inconvenientes, lo que se traducirá en una reducción a su mínima expresión del
riesgo de pérdida materiales, inclusive de vidas humanas.
En esta época en que se habla tan mal de los políticos y de los
gobiernos, vale la pena destacar que en el Chaco, en lo referido a protecciones
contra inundaciones, tanto en cuestión de medidas estructurales, como de
medidas no estructurales, se trabajó bien y “en seco”, lo que permitirá
minimizar los lamentos en caso que el destino nos depare otra gran
inundación.
Sinceramente, así lo creo.
(Por Dr. Ing. Jorge V. Pilar - Decano de la Fac. de Ingeniería de la UNNE)
No hay comentarios:
Publicar un comentario